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Tenemos la suerte de conservar algún viejo acebuche en nuestro pequeño territorio (solar).
A veces no nos queda otro remedio que cortarles alguna rama.
Habían crecido libremente pero al convertir su espacio en urbanización están algo prisioneros ya que les obligamos adaptarse a nuestras necesidades.
Las cicatrices me miran a modo de bellos ojos tristes.
Me acerco y observo su piel de texturas preciosas y, reteniendo en las imágenes lo que ven mis ojos, intento rendirle homenaje al árbol y pedirle perdón.
Sus diminutas florecillas caídas son de una sencillez deliciosa.
3 comentarios:
Buenos detalles!!
Saludos!
Que maravilla Erna. Tiene la mirada tierna de un viejo elefante herido.
Un saludo.
No te lo creerás, Erna, pero he pensado lo mismo que Margot... increíble como nos engaña "el ojo" ¿verdad?...
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