


El jueves pasado paseaba por el camino de Sa Bomba que acompaña un rato al torrente de Coanegra en su paso por el oeste de las afueras de Santa Maria.
Había tantos charcos que vino un tramo de resto de calzada Romana donde era ya imposible pasar sin botas de goma. En un lado no se podía por el torrente y en el otro por un muro de contención de la vía del tren de Inca que coincide en este sitio.
Hice unas cuantas fotografías a los charcos, que reflejaban como espejos al cielo.
Luego me desvié para caminar un por un campo de almendros sin vallar para poder seguir un rato mas al torrente convertido en “río” por la abundante lluvia del día anterior.
Estaba más limpio de barro el campo que el camino, porque la “tierra” era más piedra que tierra.
Y escuché como el murmureo del agua iba en continuo aumento. Avanzaba buscando el origen y encontré una “catarata” en miniatura con una belleza increíble en un lugar muy escondido y vigilado por un grupo de cuatro encinas enormes.