Intenté una sesión de fotografía con las tres gatas de unos
amigos.
Me dejaron a solas con las “fieras”.
Que película tuve que hacer para obtener una minima atención
de las gatas.
La madre es semisalvaje y no se deja tocar por nadie, pero
sus crías son muy juguetonas y dóciles en presencia de sus amos.
Las dos jóvenes casi no me conocen y me esquivaron.
Yo, haciéndome la graciosa para que al menos me mirasen.
Iba tirando una pelotita, una pinza de ropa y colgué algunas
cositas de una ramita para tentar su curiosidad o sus ganas de jugar.
Lo único que conseguí eran unas miradas y actitudes totalmente indiferentes hacia mí.
Hay que decir en su defensa, que el día era muy nublado y
aun era por la mañana.
Podía ser, que no habían descansado lo suficiente.
También hay que decir, que soy muy ilusa, ya que sé, que los
gatos no se dejan manipular tan fácilmente.
Tendré que cazar un ratoncito para la próxima vez.
2 comentarios:
Sigo leyendo tus renglones de fina poesía, aunque no te comente. El silencio otorga, como el que calla.
Hola Monchu,
Yo también sigo visitando tu blog.
¿Porque no se te puede hacer comentarios?
¿Acaso es a propósito?
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